Es el mes de la mujer y queremos hacer un reconocimiento a mujeres de la historia que han contribuido al bien común y al fortalecimiento del papel de la mujer en la sociedad, hoy hablaremos de las chicas del radio. Y no, no nos referimos a la famosa serie de Netflix, hablamos de decenas de mujeres que murieron por envenenamiento, pero lucharon para esclarecer su causa y evitar así muchas más muertes.
¿Conoces esta historia?
En 1917, centenares de “afortunadas” jóvenes mujeres empezaron a ser contratadas por la Corporación de Radio Estadounidense para una importante labor, una tarea mecánica, altamente remunerada y de gran orgullo para quien la ejercía.

Remuneración: la más alta para mujeres de la época.
Función: Pintar con pintura luminiscente las diminutas líneas y números de aproximadamente 250 esferas de relojes de pulso cada día.
Orgullo: Contribuir al papel estadunidense y de los países aliados, en la Primera Guerra Mundial. Los relojes eran usados por los militares para poder leer la hora de noche.
Peligro: La pintura usada, llamada Undark, no era más que una fórmula a base de Radio, elemento conocido como radiactivo desde 1901.
Técnica: Las mujeres fueron capacitadas para deslizar los pinceles en sus labios para darle forma a la punta fina antes de sumergirlos nuevamente en la pintura.
La más grande de las mentiras: Se les aseguró que la pintura en lugar de ser tóxica era un gran suplemento para la salud. A tal punto que disfrutaban que su cuerpo, ropa, cabello y uñas brillaran de noche a causa de su contacto con el Undark.
¿Y nadie hizo nada?
No, nadie. Mientras las mujeres se envenenaban sin saberlo, los dirigentes de la fábrica, todos hombres, usaban pantallas de plomo, máscaras y tenazas para manipular el elemento y así asegurarse de que nunca entrara en sus organismos. Sí, así, la vida de las mujeres muy poco importaba.
Cuando los síntomas empezaron a aparecer los diagnósticos médicos fraudulentos costeados por la Corporación no se hicieron esperar.

Encías sangrantes, pérdida de dientes, mandíbulas podridas, llagas dolorosas, abscesos, sarcomas, pérdida de bebés o nacimientos de bebés muertos, tasas de cáncer elevadas y más, fueron diagnosticadas como reumatismo, tuberculosis, infecciones virales, enfermedades psicosomáticas y hasta sífilis, una excelente manera de manchar la reputación de las mujeres y callarlas.
Empezó la lucha
En 1922 empezaron las muertes de jóvenes mujeres de entre 20 y 25 años por causas “desconocidas”. Y allí empezó la lucha liderada por Grace Fryer, quien había entrado a trabajar a la fábrica en 1917, a sus 18 años, y quien ya empezaba a vivir las consecuencias.
Y finalmente, fueron escuchadas. En 1925 el médico Harrison Martland diseñó pruebas que demostraron todas las mujeres habían sido envenenadas, no solo lo tenían en su organismo, incluso continuaban exhalándolo después de años de haber estado expuestas.
Estando Grace y sus compañeras en muy mal estado de salud, en 1927 un joven abogado decidió hacerse cargo del caso de forma gratuita y finalmente se resolvió una indemnización irrisoria a cambio de no admitir ningún delito en la corte.
“No es por mí por quien me preocupo, pienso en las cientos de chicas a las que esto les puede servir de ejemplo.”
Grace Fryer.
No murieron en vano, se ofrecieron como voluntarias para que los científicos pudieran estudiar las consecuencias del radio y el mundo pudiera aprender.
Las mujeres sobrevivientes decidieron luchar por la justicia legal y finalmente la corporación se vio obligada a pagar después de que su caso llegara a la corte suprema en 1939.
Los logros:
- Fue uno de los primeros casos en losl que se responsabilizó a un empleador por la salud de sus empleados.
- La lucha les ganó a los trabajadores el derecho a demandar a las corporaciones por daños y perjuicios.
- El caso llevó al gobierno de los EE. UU. a crear la Administración de Salud de Seguridad Ocupacional para garantizar condiciones de trabajo seguras para todos los trabajadores.